domingo, 7 de octubre de 2012

Mientras esperamos el libro, una nota

Una nota sobre la edición anterior de Sabores de la memoria 

publicado en Fruticultura sur 

por Susana Yappert

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 “Sabores de la memoria”, un libro delicioso.


Hay libros que son verdaderos viajes, itinerarios hacia sitios inimaginables, un despertar de todos los sentidos. Uno de ellos es “Sabores de la memoria. Historias con recetas” de Ana Pomar, Emecé. Un libro delicioso. Sorprendente, original y muy, pero muy nutritivo.
Ana Pomar es una argentina que creció en el barrio de Hurlingham, pasó sus veranos en Cerro Azul, su juventud en calles porteñas y vivió un exilio en Venezuela, en un pueblo que describe como Macondo y sitúa en el oriente caribeño.
Su biografía no es conocida, pero en “Sabores de la Memoria” se intuye. Allí aparece una mujer con alas.
Si pensamos en un libro de recetas, podemos imaginar el baqueteado recetario familiar, que pasa de mano en mano y de masa en masa, que tiene un lugar preferente en la cocina y es seguramente herencia de madre a hija. También podemos pensar en clásicos como Doña Petrona, hecho a través de los siglos con recetas y algunas fotos; o en los textos de la fórmula “100 recetas fáciles para la mujer moderna”, ese buen regalo de nuestras madres cuando por fin nos íbamos de casa.
“Sabores de la Memoria”, también un libro de cocina, es completamente diferente. No está hecho para ser un estante de la cocina sino para la biblioteca. En el rincón de los hallazgos, de las rarezas difíciles de catalogar.
Ana Pomar cuenta episodios de su vida que le hicieron descubrir sabores diversos, mundos ajenos, secretos milenarios. Cada anécdota es acompañada por una receta y una sugerencia. Su infancia de barrio porteño habitado por ingleses le permite descubrir cómo hacer el “madrasi curry” o cómo servir un verdadero “high tea”. Sus veranos en un campo familiar son la excusa de la reunión para hacer “carbonada”. El recuerdo del abuelo materno de su padre es también el de su “sopa de Papaleo”. Los legados culinarios de madre y suegra; abren los sentidos del arribo a un nuevo país con sabor a mar.
Cada momento de su vida es magistralmente contado; de modo simple, ameno y con historias que hacen reir o conmueven hasta las lágrimas. “Sabores…” huele, viaja, emociona.
En las primeras páginas invita a su lectura en pocas líneas: “Si el sabor y el olor de la comida tienen la capacidad de hacernos evocar momentos pasados, podríamos intentar, a través de las palabras, recorrer el camino inverso. Como quien despega con una pinza la carne blanca y sabrosa de la langosta, buscaremos en nuestra historia las comidas más placenteras, nuestros platos favoritos, los que asociamos con romances pasados, las recetas de la abuela, de la madre, de la infancia…Cuidadosamente prepararemos la escena y haremos retroceder el tiempo hasta atrapar el instante en que se cierra la boca, se retira el tenedor y se despiertan los sentidos”.
De allí tomamos prestada hoy la receta de la “Torta de Manzanas Cecilia”, una receta que Pomar recupera de los ingleses de Hurlingham, cuando ella y su madre eran invitadas a las ferias de ropa usada que sus vecinos hacían a beneficio de su iglesia. La feria – cuenta en su libro- concluía con un high tea (“algo así como un té tarde), en el que compartían un suculento encuentro para delicia de los sabores, donde había scons, tostadas con dulce casero, lemon cheese, queso, manteca, roast beef frío, salchichas, una torta, te, café, leche y un cierre con cerveza o jerez.
La primera vez que asistió a este, para ella, extraño ritual, descubrió que “…a partir de esa tarde, parte de mis prejuicios en materia de comidas se desmoronaron. Empecé a notar que cuando de comer se trataba, casi todo era válido y hasta delicioso, si un grupo humano convenía en que así fuese…”. 

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